Descripción
Los árboles de mango están erguidos, imponentes y con una X blanca en su tronco como señal de que van a morir. A metros de ellos, las máquinas y los hombres trabajan en el asfaltado de un tramo del séptimo anillo, entre las avenidas Cristo Redentor y Beni. La carpeta de alquitrán, para seguir su curso, deberá pasar por el lugar donde esos árboles se encuentran de pie.
Los vecinos disfrutan la sombra de los árboles que dentro de poco pueden ser cosa del pasado. Debajo de los mangos estacionan sus vehículos para recibir el aire fresco que les llega a la hora de la siesta.
Marcela Vaquero vive en la zona desde hace seis años y lanza una propuesta. Para evitar la muerte de los árboles, propone que se cubra una parte del canal de desagüe que pasa por el medio de la avenida.
“Por lo menos deben tener 50 años de vida”, cuenta Guido Hurtado, un profesor jubilado que vive en una casa llena de plantas que se encuentra a lo diagonal de los mangos marcados. “Yo llegué aquí a los 4 años de edad. Ahora tengo 71 y cuando era joven planté algunos de esos que ahora serán cortados”, rememora y cuenta con un dolor notorio en su mirada.
Para que la vegetación no muera en esa parte de Santa Cruz, él ha decidido no vender su casa ni su terreno que ha sido cotizado como oro por algunos ofertantes. Su vivienda es para él un templo verde donde aún se mecen los bejucos por donde Guido trepaba como un mono cuando era niño.
Marcelo Castro, miembro del Colectivo Árbol de Santa Cruz, dice que está enterado de que el plan es cortarlos y que para que su institución pueda hacer gestiones de evitar aquello es necesario que los vecinos se manifiesten, propongan algo y que ahí él ya puede intermediar con la Alcaldía.
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